Viviendo en el exceso

¿Se puede contener el avance de las olas, o parar una tormenta?

Cuando las emociones se viven al límite, el corazón parece imponerse a la cabeza para llevarte por un camino de sufrimiento, como si fuera algo completamente incontrolable.

Así era Rebeca, una persona altamente sensible.

De niña solía dar la nota porque todo parecía molestarle o apenarla. Desde los ruidos fuertes a las luces demasiado llamativas, las multitudes… y lo peor era como empatizaba hasta el extremo con las emociones ajenas, con ese punto dramático que dominan a la perfección los grandes actores y actrices, pero sin olvidar que en su caso, el sentimiento no era fingido y podía suponer una tarde entera de lloros o de miradas abstraídas, perdida en su complejo mundo emocional.

Su madre, de tendencia sufridora, pensó que había salido a ella, aunque su hija rizaba el rizo, porque parecía vivir cien vidas en lugar de una, apropiándose de las penas y alegrías de quienes se cruzaban en su camino.

Pero no todo era negativo, porque las personas de sensibilidad extrema tenían una percepción especial para captar sutilezas ignoradas, pequeños detalles que para el resto de personas pasaban desapercibidas o en todo caso, a las que no les prestaban demasiada atención.

Así transcurrió una infancia llena de emociones a flor de piel, y la no menos complicada adolescencia, en la que los desamores y las frustraciones de sus amigas también eran suyas, que ya de por sí contaba con las propias.

Pero el tiempo se puso de su lado, para buscar la manera de sobrevivir a su empatía desmesurada. Se construyó una coraza protectora, para alejarse de los demás, sin dar pie a confidencias ni cercanías excesivas, y así evitar la carga que no le correspondía.

Los sentimientos como las mareas parecieron desbordarla en su soledad, porque si malo era sentir en exceso, peor era, si cabe, no permitirse sentir.

El vacío que se había creado alrededor, la había dejado en una especie de tierra de nadie, en la que añoraba a sus emociones, retraídas y obligadas al silencio.

Decidió entonces, liberarse, de la mano de su inteligencia.

Con esfuerzo se corrigió la desmesura y la tendencia a tirarse al pozo de las lágrimas, para transformar su personalidad radical en una gran cualidad que le permitiera ayudar y ayudarse.

Para ello, su premisa sería relativizar los dramas, recordándose cada nuevo día, que absolutamente todo pasa.

Viviría una vida de excesos para agradecer cada instante. Para fijarse en lo imperceptible. Para reconocer lo valioso en lo efímero. Para saber llorar sin dejar de reírse. Para compartir su visión de la belleza y consolar a la gente querida, con su nueva filosofía vital llena de esperanza.

Al fin y al cabo, lo de bucear en uno mismo y sentir en exceso, ocurría mucho más de lo que imaginaba, porque eran numerosas las personas sensibles que hacían de su vida un viaje entre emociones, y eso no a la fuerza significaba penas. Los sentimientos nos hablan de humanidad y fragilidad. Cerrarse a ellos sería como renunciar a la vida en mayúsculas.

Yo no soy la protagonista de la historia pero podría serlo, porque mi verdad es que siempre he sido bastante «sufridora» -mi fama me precede-; pero igualmente prefiero sentir en exceso y emplear esos sentimientos en explotar la belleza de la existencia, en lugar de esconderme de ella.

Si vives buscando la belleza en el sentido más amplio de la palabra, para compartirla con los demás, el viaje por la vida es mejor. Es increíble como apoyarse en lo simple pero valioso nos hace más resilientes y nos ayuda a superar baches, con la mirada puesta en un horizonte mejor.

Confío en que mis palabras, os ayuden a detectar puntos de luz, aun en la oscuridad.

Fotografías. Imagen mujer 1 y 3 Enrique Meseguer – Imagen niña 2 Pezibear – Imagen bailarina 4 mgmorrisphotos – Imagen mujer violín 5 S. Hermann & F. Richter – Imagen atardecer 6 Photomix – Imagen 7 flores Pezibear – Imagen 8 mujer en el agua Engin Akyurt – todo a través de Pixabay.

¡Hasta el próximo Post!

Elena Tur

6 comentarios en «Viviendo en el exceso»

  1. Es cierto, tú has sabido sacar el mejor partido de la belleza que te rodea y lo que es mejor nos la muestras a través de tu mirada.

Cuéntame tú...