La puerta abierta

Dicen que cuando se cierra una puerta se abre una ventana, pero llevaba una temporada en la que todo lo importante de mi vida parecía estar en decadencia, y no dejaba de ver como las oportunidades de ser feliz se esfumaban delante de mis narices sin que por ello aparecieran nuevas opciones; las que equivaldrían a las ventanas del famoso refrán.

Quizá debido a esa idea pesimista sobre mi situación personal, hice una locura.

Un día en el que había estado paseando por una bonita localidad vecina, un resorte saltó en mí al ver la puerta abierta de par en par de una casa encantadora. Su jardín era pequeño pero tan repleto de flores y plantas aromáticas que pareció ejercer algún tipo de embrujo en mí. La fachada antigua pero impoluta, pintada de blanco se coloreaba con el contraste de las persianas verdes y las pequeñas macetas que llenaban sus ventanas.

Admito que no parecía yo, siempre tan precavida, la que curiosa se lanzó a cruzar el jardín rumbo a la puerta abierta que parecía esperarme con los brazos abiertos. En el corto trayecto ya rumiaba alguna excusa que justificara mi presencia; y es que en mi locura transitoria me olvidé interesadamente de lo que implicaba la propiedad privada.

Al entrar di una voz preguntando si había alguien, pero nadie respondió. Olía a antiguo pero también a limpio. Una ligera brisa me acariciaba la piel, porque con todo abierto corría un aire refrescante en el interior. Empecé a mirar habitación por habitación, con esa desfachatez desconocida que me alentaba a curiosear.

Creí sufrir algún tipo de alucinación, ante lo que me mostraron mis ojos.

Parecía la recreación de un recuerdo de mi infancia, en el que me veía jugando entretenida, ligera de las presiones del mundo adulto. Esa escena como venida de otra dimensión o del cuarto oscuro de mi mente, me recordaba quien fui en mis tiempos más felices, cuando no había preocupaciones que me rondaran.

La llamé, y mi «yo niña» me sonrió pero volvió a sus juegos. Un escalofrío me recorrió la espalda.

¿Dónde me había metido? Impelida por la curiosidad que ahora sí estaba completamente desatada, fui a la segunda estancia, y me vi adolescente, llorando junto a un novio, sufriendo los primeros reveses de la vida. La siguiente sala era la cocina, y allí estaba mi yo de unos años antes, con mis padres, cuando aún vivían. Compartíamos una comida de tantas, con esas sobremesas que recordaba como un tesoro ahora que ya no los tenía conmigo.

Temblando, no sabía si seguir avanzando, por lo que pudieran depararme las siguientes habitaciones. Aun en mi estado de confusión me percaté de que esa parte de la casa no tenía que ver con la anterior; estaba descuidada, vacía, con la pintura desgastada…

Pero en esas otras habitaciones ya no encontré más presencias ni recuerdos, y me pregunté el por qué del vacío. ¿La casa no iba a mostrarme mi momento actual? ¿Y el futuro? ¿Acaso no había un futuro para mí?

Escuché el sonido de unos pasos aproximándose: una señora que supuse la propietaria, salió de una de las habitaciones vacías y se dirigió hacia mí. Me dispuse a soltarle la excusa que imaginé al entrar, cuando contrariamente a lo esperado no me pidió explicaciones sino que me dio razones para entenderlo todo.

«Te esperaba, querida -dijo sonriéndome en una cálida bienvenida-. Has entrado en una casa muy especial porque cada cual la ve según sus circunstancias. En tu caso has visto un precioso exterior, y escenas que te hablan de ti, pero como bien has pensado no sale tu presente porque te sientes perdida ni el futuro porque aún has de crearlo. Las puertas que se cierran son circunstancias que cambian o terminan, pero no hay que esperar a que nadie nos abra una ventana, somos nosotros mismos quienes hemos de aceptar, soltar, reinventarnos y seguir. Perdiste a tu pareja y a tus padres y desde entonces, has dejado de luchar, simplemente te dejas llevar. Recuerda querida, que el camino debes andarlo tú. Vuelve a habitar de verdad tu vida y cuando lo hagas, volverá a brillar tu jardín interior, lleno de posibilidades”.

Acto seguido, me cogió del brazo, guiándome hasta la puerta para, cortésmente pero sin posibilidad de discusión, invitarme a seguir mi camino con la lección aprendida en el bolsillo.

Sin duda tenía mucho en lo que pensar, pero esa especie de bruja adorable me había abierto la ventana más importante: la de mi mente, y a través de ella, volví a sentir la calidez del sol atravesándola.

Nuestra verdadera casa somos nosotros mismos porque nuestra alma, cuerpo y mente, es lo único que invariablemente permanece hasta el final. Lo que nos rodea es pasajero y puede cambiar. Abramos las puertas para que lleguen nuevas experiencias y aprendizajes. Sepamos soltar cuando las circunstancias que no podemos controlar, cambian, porque hay que adaptarse y seguir caminando. A cualquier lugar se llega paso a paso…

Fotografías. Imagen 1 mujer ojos cerrados Victoria Borodinova – Imagen 2 casa cocoparisiene – Imagen 3 niña Ruslan Gilmanshin – Imagen 4 casa vacía Peter H – Imagen 5 maleta Darkmoon Art – a través de Pixabay.

SI OS GUSTAN MIS RELATOS os cuento que próximamente estará disponible en Amazon mi libro CON VISTAS AL OTRO LADO, en versión papel y digital. Serán cuentos de lo invisible (los más “misteriosos”, publicados tiempos atrás en el blog, y otros nuevos). Os muestro la preciosa portada, de la ilustradora Cristina Prado, que espero que os guste. ¡Os iré informando!

¡Hasta el próximo Post!

Elena Tur

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