Así como el mar está hecho de millones de gotas y al final es un todo que integra zonas contaminadas y cristalinas, en la humanidad también existe el mismo contraste, pudiendo encontrar lo mejor y lo peor.

Está claro que en nuestra especie son demasiados los «individuos» que transmiten su maldad, egoísmo o cualquier otra faceta oscura, pero tampoco deberían representar a la totalidad, porque hay una gran parte que sí que puede ser generosa, desinteresada, altruista… y aunque resulta imposible cambiar el mundo en su conjunto, nada nos impide a cada uno de nosotros intentar hacer «la magia» en su propio círculo.
Una magia simbólica que nos permita limpiar nuestra gota para que sea lo más cristalina posible, para que cuantas más gotas limpias haya podamos contribuir a un presente más digno. Y es que por más que seamos capaces de ver la realidad que nos rodea, tampoco podemos estar centrados todo el día en lo negativo, en una especie de flagelación mental, ni desde luego tirar la toalla porque el mundo «no tenga remedio».



- Lo que sí podemos es intentar mejorar nuestra realidad, cada uno como buenamente pueda, y extenderlo a los de nuestro alrededor.
Podemos transmitir sonrisas y amabilidad en lugar de malas caras y quejas; podemos compartir un poco de lo que tengamos, dentro de nuestras posibilidades, porque muchos pequeños gestos pueden equivaler a uno grande; podemos compartir cultura, dejando libros a quién no pueda comprarlos y quiera leer; ayudar a un vecino mayor a subir unas bolsas o arrancar unas risas a una amiga en horas bajas… Buenas acciones las hay a miles y la mayoría no cuestan un céntimo, así que no hay excusa.



- Lo de ir por la vida quejándonos cual alma en pena, cuando hay gente que no tiene para comer, o frustrarnos por un michelín cuando hay enfermedades terribles, es una sandez.
Está claro que los problemas existen para todos y que cada cual carga con su mochila, pero eso es propio de existir. Desde que nacemos nos vamos encontrando piedras en el camino, unas más grandes que otras, antes o después. Es sólo cuestión de tiempo y de suerte, porque al final todo parece formar parte de una lotería del destino. Pero eso no nos impide poder mirar a los demás como una prolongación de nosotros mismos, como si fuéramos parte de un sistema entrelazado.



Y a pesar de que lo de «si das, recibes» no es una fórmula matemática de resultado automático, seguro que nos beneficia porque tener valores es algo básico y nos ayuda a ser más felices. ¿Cómo? Enseñándonos a vivir valorando las situaciones en su justa medida, desdramatizando las cosas superfluas, agradeciendo lo que se tiene, aprendiendo a mejorar lo que cojea sin perder la sonrisa…
- Mejorar nuestro pequeño círculo acaba teniendo un efecto boomerang. Y aunque no sea inmediato, lo bueno también nos llegará.
Ya conocéis el dicho, «deja flores por donde pases…»



No sabes lo feliz y orgullosa que estoy de compartir círculo contigo
Que bonito! Idem
…así es , gotas de sonrisa y amabilidad creando grandes círculos…Enhorabuena Elena por tu blog y por tus “notas de razón”.
Hola, muchas gracias por tus palabras. Si, con una sonrisa lo complicado es más sencillo.
Espero ser una gota añadida a la bondad y empatía de este mar…
Acaso lo dudas?