Piedras que flotan

Cada vez se hundía más y más y más. Al menos era su impresión, porque se sentía atada de pies y manos en una vida demasiado sobrecargada pero, valiente, en lugar de darse por vencida, se hizo una pregunta.

¿Realmente he de cargar con tantas piedras en mi mochila?

Desde luego, no es que fueran plato de gusto; cada una representaba un problema llevado a cuestas, pero también contaban mucho sobre quién era ella, sobre su forma de ser y de vivir. Aun así, algo le decía que lo de aligerar la carga quizá estuviera en su mano.

Decidió sentarse y abrir la mochila para sacar cada piedra, una por una.

Sin prisa, con la mayor frialdad que pudo, ignorando las emociones que solían ser tan poderosas en ella, las fue tomando en su mano y poniéndoles nombre: las culpas del pasado, los pasos no dados, las dificultades laborales, el miedo al fracaso, los problemas familiares, la falta de tiempo libre… sin duda eran demasiadas, pero al analizarlas detenidamente tenía sentido lo que había intuido.

Si se lo proponía era capaz de convertir la carga en fortaleza, sacando conclusiones y tomando acción.

Así fue como siendo consciente, de qué estaba en su mano cambiar y qué no, hizo dos montones: lo inevitable y lo evitable, comprobando que al final su mochila resultaba más llevadera. No se trataba de hacer magia para que se esfumara el dolor, la preocupación o el miedo; tan solo de cambiar la perspectiva.

Los problemas del presente que podía solventar de algún modo, debía afrontarlos. Los que no tenía posibilidad de cambiar debía aceptarlos tal como eran. Y los que pertenecían al pasado, o a un futuro impredecible, debía soltarlos, porque no tenía sentido cargar con lo que no se puede remediar o se desconoce.

Nadie viaja con su mochila vacía. En todas hay piedras, unas más pesadas que otras, pero es una gran verdad que pocas veces nos paramos a pensar en lo que arrastramos ni hacemos actos valientes para liberarnos de lo que no nos pertenece -sea porque nunca fue nuestro o porque no está en nuestra mano cambiarlo-.

Esta pequeña historia sobre piedras (problemas), me hace pensar en la importancia de afrontar nuestras luchas internas. Muchas veces somos nosotr@s mismos quienes nos hacemos daño. Vemos nuestra propia vida como un escenario repleto de dificultades (es nuestra mala suerte, ¡nos ha tocado!), y acabamos bloqueados, prestando más atención a la oscuridad que a la luz que siempre asoma por algún resquicio o al final del túnel.

Casi nunca todo es absoluto, no hay solo blanco o negro; los grises existen.

Nos atamos con demasiada facilidad a miedos de la mano de recurrentes «y si…», que nos vaticinan un sinfín de desgracias. «Y si lo que me pasa es grave», «y si pierdo el trabajo», «y si me quedo sola», «y si fracaso», «y si…» -cada cual que añada la coletilla de su propia cosecha-.

Si se lo permitimos, los «y si» campan a sus anchas por nuestras cabezas, añadiendo carga suplementaria a la mochila, pero ahí es donde entra la determinación de cambiar la perspectiva, porque aunque no todo es evitable, la mayoría de cosas negativas que imaginamos, no ocurren y lo pasamos mal en balde.

Así que, por mi parte, añadiré a mi mochila unas piedras que flotan, las hechas de ¿por qué no?

¿Por qué no soñar, si es una buena medicina para el alma? ¿Por qué no creer que todo va a mejorar, si la vida es impredecible? ¿Por qué no intentar perseguir una ilusión, si con ello el camino resulta más bonito? ¿Por qué no reír más, si la vida no son solo lágrimas?

Y sobre todo, ¿por qué no voy a esperar cosas buenas de la vida, si yo le entrego a la vida lo mejor de mí?

Sabéis que soy una defensora a ultranza de la magia, porque estoy convencida de que su búsqueda es una parte fundamental para ser feliz incluso en los momentos complicados. De algún modo, esa magia nos pertenece, está en nuestro interior para ser descubierta, y también nos rodea para a través de la belleza y los detalles, compensar las piedras que nos hunden y cambiarlas por motivos que nos hagan flotar. Así seguro que seremos mucho más fuertes ante las dificultades, ¿no os parece?

Fotografías. Imagen 1 mujer apoyada Hieu Van – Imagen 2 mujer sobre roca Free-Photos – Imagen 3 pies sobre piedras Pexels – Imagen 4 mujer en la cueva Christine Engelhardt – Imagen 5 ilustración mujer frente libro Enrique Meseguer . Todo a través de Pixabay.

¡Hasta el próximo Post!

Elena Tur

12 comentarios en «Piedras que flotan»

  1. Bonitas palabras!! Me encantó tu escrito. Voy a aligerar mi mochila y a buscar mis «particulares» piedras que flotan… ⚘

  2. Magia tienen tus escritos, gracias! Llevo una gran mochila pero miraré bien las piedras por si acaso se han colado alguna que no toca jejeje

  3. Las piedras de mi mochila y yo hemos llegado a un acuerdo, nos aceptamos y respetamos mutuamente…;) Bonito relato 🙂

  4. No puede haber mejor descripción de la mochila personal que siempre va bien pararse a revisarla.
    Grandes enseñanzas con tus palabras Elena

Cuéntame tú...