El lugar de las esencias

El lugar de las esencias

Había oído muchas veces hablar de lugares que resultaban mágicos para quienes los visitaban. Sitios en los que se descubrían costumbres nuevas capaces de enseñar a ver la vida de otro modo, pero lo que no imaginaba es que debido a una situación inesperada iba a toparse con el viaje más magnífico de todos.

Su vieja y quizá poco práctica maleta, a la que tenía un especial cariño porque era una herencia de su padre, la había acompañado en todo tipo de escapadas, lejanas o próximas, cortas o largas. En su interior guardaba sus esenciales para el viaje, y siempre junto a ellos regresaba de vuelta algún objeto que representara en cierta medida lo vivido, para convertirse en recuerdo. Y así, en su casa era fácil encontrarse desde un jarrón chino a una taza de porcelana inglesa, como si de un mercadillo multicultural se tratase.

Sin duda, en un mundo tan globalizado resultaba sencillo tener en casa objetos de todo el mundo con tan solo pedirlos por internet, pero nada podía sustituir la satisfacción de recuperar con ellos los recuerdos que le traían a la memoria de su lugar de origen.

Si alguien le preguntara quién era, podría contarle que era abogada, que vivía sola tras un fugaz matrimonio que le dejó pocas ganas de hacer más intentos o sobre todo, podría decirle que era una viajera experta, una mujer de mundo, segura de sí misma, aunque debía admitir que como era poco dada a la introspección, el psicoanálisis o el silencio, no había parado a pensar en si era algo más de lo evidente.

Ella, que amaba descubrir a todo tipo de personas de otras culturas, paradójicamente no estaba demasiado interesada en descubrirse a sí misma, y aunque siempre presumía de sentirse satisfecha en su propia piel no se detenía en pensar demasiado en ello.

Hasta que un año ocurrió algo capaz de cambiarlo todo, sacudir conciencias, despertar inquietudes: una pandemia paralizó el mundo, y todos, menos los indispensables, tuvieron que quedarse confinados en el limitado territorio de su casa, y aunque en un principio se agradecía por ser el lugar más seguro, se tornó a sus ojos casi una cárcel.

A solas consigo misma, sin escapatoria de aquella estrambótica situación que parecía casi ciencia ficción, empezó a percatarse de que, por mas que viajar le diera felicidad, por mas que su oficio le diera seguridad económica, no podía sentar las bases de su bienestar en lo de fuera, porque si eso fallaba, todo se venía abajo. No debía olvidarse de aquella paz interior de la que había escuchado hablar en ocasiones.

Empezó a comprender que cultivar tal cosa no implicaba rechazar otras.

Los nervios e incertidumbre que la poseyeron tras el primer mes confinada, comenzó a sacudírselos de forma paulatina haciendo a diario algunas de las muchas meditaciones que se compartían en redes para ayudar en aquellos convulsos momentos.

Comenzó a escucharse más, a respirar despacio, a disfrutar del silencio cuando no estaba conectada a nada en particular, pero sí enfocada en sí misma, dispuesta a hacerse preguntas comprometidas, valiente por fin para cuestionarse su modo de vida y admitir sus renuncias.

¿Qué era lo que de verdad quería en su vida? ¿Tenía algún reto personal al que enfrentarse? ¿Añoraba una relación de pareja o quizá más bien reencontrarse con la chica que fue? Se recordó a sí misma, en la adolescencia, cuando iba siempre con su caja de acuarelas preparada para ponerse a pintar en cualquier lado. ¡Cómo disfrutaba de ir a librerías en busca de interesantes libros de arte!, o cómo hojeaba el diario local en búsqueda de exposiciones gratuitas a las que asistir. No es que pensara en convertirse en pintora, pero ¡disfrutaba tanto con ello!

También tuvo otra etapa muy bonita en la que se aficionó a ayudar a su madre en el pequeño jardín familiar. Estaban muy unidas y además, se enorgullecía de como transformaban el terreno mustio tras un duro invierno en una explosión de colores primaverales.

Y qué no decir de los bailes que se pegaba a solas en su habitación, cuando en lugar de preocuparse por la seriedad de noticias o cotilleos del corazón, prefería moverse a todo ritmo liberada de la presión de miradas indiscretas.

¡Disfrutaba con tantas cosas cuando no se juzgaba por hacerlo! ¿Por qué su mente se había empeñado en cubrir con un oscuro velo aquello que la enriquecía como persona?

Cuando bullía en una juventud llena de ilusión, se permitía disfrutar y ser feliz, sin más. Fue tiempo después que, como si creyera que madurar implicaba renunciar a la diversión, y debía priorizar el ganarse la vida, cuando abandonó muchas de sus cosas preferidas por el camino. Tras sus años de carrera se había convertido en una buena profesional y se premiaba viajando varias veces al año, pero entremedias, parecía una autómata entre jornadas maratonianas, salpicadas por horas perdidas frente al móvil o el televisor.

Y fue así, en su personal encierro, como se reencontró consigo misma, despertando muchas de sus facetas olvidadas. Sacudió las sábanas que tapaban sus recuerdos tan llenos de polvo como los muebles de una vieja casa abandonada. En ellos residía el secreto de una vida más auténtica y plena.

Había viajado a lugares maravillosos, pero ninguno tanto como el lugar de las esencias de su juventud, donde se reconoció con una sonrisa.

Se atrevió de nuevo a usar los pínceles y jugar con la artista que en ella vivía; bailó con ganas como el mejor de los ejercicios, volviendo a sentir como la energía de su música favorita la removía por dentro; armó paso a paso su propio jardín del edén en su balcón de ciudad. Un vergel desde el que planear nuevos descubrimientos, porque en su esencia había mucho más.

La pandemia pasó y la vida volvió a la normalidad.
Ella continuó con sus juicios y demandas, los viajes con su vieja maleta,
pero no dejó ni un solo día de frecuentar el lugar de las esencias que residían en su corazón.

A pesar de dificultades, años o limitaciones, elijamos siempre aquello que nos haga sonreír, porque quejarse no cambia las cosas, pero no conformarse, sí.

Fotografías. Imagen 1 mujer con maleta langll- Imagen 2 vieja maleta Tama66 PeterH – Imagen 3 mujer tras barrotes StockSnap – Imagen 4 chica con converse Splitshire – Imagen 5 vistas desde la ventana Artsybee a través de Pixabay.

¡Hasta el próximo Post!

Elena Tur

4 comentarios en «El lugar de las esencias»

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