Levantando las alfombras

Dicen que todos guardamos secretos, temas que preferimos que no salgan a la luz y que dejamos ocultos bajo la alfombra de nuestros silencios.

Seguramente, en la mayoría de los casos no se trata de nada terrible ni vergonzoso, tan solo es algo que duele y que se prefiere omitir para no remover ese dolor; quizá son complejos no aceptados; quizá miedos no asumidos…

Creemos aquello de que “de lo que no se habla no existe”. Gran error.

No creo que haya que pregonar a los cuatro vientos los problemas internos, pero sí asumirlos. Deberíamos enfrentarnos a ellos porque, si es un dolor encasquillado, no dejará de ser una fuente de amargura, una basurita que no hemos limpiado y nos crea sombras en el alma. Un bloqueo que nos impide avanzar.

Sacudamos esa verdad dormida.


Afrontemos buscando soluciones: con ayuda psicológica si se precisa o sin ella, si realmente somos lo suficientemente maduros para entender o enmendar culpas, rencores, miedos… En nuestros silencios encontraremos respuestas si nos hacemos preguntas; y con ellas podremos tomar acciones para crecer como personas.

Cuando se acepta el pasado como lo que es, algo irremediable, y se vive el presente como toca, desde la mentalidad de mejorar cada día un poco más, se suelta un lastre importante para intentar ser feliz. ¡Superemos obstáculos, no los tapemos con alfombras!

Y ahora, un toque de fantasía.

En mitad del Jardín

Marga se sentía frustrada. Aunque adoraba las plantas, siempre se le morían todas.

Las compraba hermosas, en su máximo esplendor, llenas de flores, con tupidas hojas de un verde intenso, pero en pocos días, comenzaban a palidecer y no entendía el motivo. ¿En qué fallaba si las regaba y estaba pendiente de ellas?

Lo cierto era que, en su decaimiento ella también decaía, y al poco pasaba de estar pendiente a ignorarlas y un buen día, la bella planta era un mero recuerdo. Se decía entonces lo mal que lo hacía, que era nula como jardinera, y que más valdría comprar las flores artificiales y renunciar a más intentos.

Un día, paseaba por un gran parque de su ciudad que no solía frecuentar. Estaba tan bien cuidado que la dejó maravillada. En él había bonitas fuentes, paseos con pérgolas ornamentadas con rosas trepadoras, y mil detalles que encandilaban a los transeuntes.

Se sintió tan embelesada por el lugar que decidió sentarse un rato a disfrutar del entorno. Se acercó a la zona en la que había numerosos bancos de forja y madera, de estilo acorde con el parque.

Estaba bastante lleno, pero en uno de ellos había sitio. Sentada en un extremo del mismo, una señora de pelo blanco, muy acicalada a pesar de la edad, disfrutaba de una lectura. Se acercó para preguntarle si el sitio estaba disponible, a lo que amablemente respondió que sí. Casi sin darse cuenta se encontró de lleno en una amena conversación con la mujer, quien, por lo visto, era habitual de aquel parque. Según le contó en su tiempo fue jardinera, y como en su pequeño piso no disponía de grandes espacios para dar rienda suelta a su creatividad botánica, disfrutaba de los espacios abiertos en los que podía contemplar tanto verde y tantas flores.

No pudo evitar explicarle su caso: su nefasta mano para el cuidado de las plantas, grandes o pequeñas. ¡Hasta los cactus se le morían! Ella se puso a reír, y no fue una risa ofensiva en absoluto, sino comprensiva, porque seguramente era algo que ocurría con frecuencia a todo tipo de gente.

-¿Puedo hacerte unas preguntas? – inquirió acercándose hacia ella con la mirada curiosa.

-Claro, si puede ayudarme a entenderlo, las que quiera. – respondió la chica, muy animada.

Increíblemente, la amable mujer no le preguntó sobre sus cuidados a las plantas, sino a sí misma. Quiso saber de su constancia en sus hábitos, de si se cansaba pronto de las cosas, si se sentía demasiado cansada o insegura en su vida. Marta no entendía nada, pero le iba respondiendo con sinceridad, esperando a ver dónde terminaba aquel extraño cuestionario.

-Querida, tener un precioso jardín, o unas maravillosas macetas, llenas de flores y con larga vida, no es cuestión de echarle de cuando en cuando un poco de agua, confiando que con ello estará todo hecho. Las plantas, en cierto modo, son como nosotras. Cada una tiene su personalidad, y necesita el lugar adecuado, la luz, su alimento o su agua. Imagino que las tratas a todas por igual, y simplemente esperas que desplieguen su belleza sin más, pero si no conectas con sus necesidades reales, no lo harán. Por tus respuestas veo, que tampoco sabes bien cuál es tu lugar, y confías poco en tus posibilidades, dando por sentado que lo haces mal, pero sin entender qué requiere hacerlo bien.»

«Si de verdad quieres ser la perfecta jardinera de tus plantas, florece tú primero«.

Le explicó entonces que cuando de verdad creyera que era capaz y borrase de su mente todas las etiquetas que la limitaban, tendría otra actitud frente a los retos que se plantease, incluido el de alegrar su casa con unas macetas llenas de color, y tan vivas como se siente quien las cuida con verdadero interés.


Fue así como Marga cambió su supuesta incapacidad por decisión, y aunque no se convirtió en la mejor jardinera del mundo, pudo llegar a tener las plantas tan bonitas como siempre había deseado. Y con su conquista, ella también floreció.

Fotografías. Imagen 1 novia sobre alfombra Nawonil – Imagen 3 macetas de flores congerdesign – Imagen 4 paseo en el jardín Schwoaze – Imagen 5 mujer con corona de flores Adina Voicu. Todo a través de Pixabay. / Imagen 2 Composición de fotos hecha por mí con Canvas

Como veréis he renovado la cabecera -¡los cambios son tan refrescantes!-, y quiero invitaros a visitar mi nueva página de INICIO del blog, en la que doy la bienvenida a quienes llegan por primera vez y no conocen el sentido de “La vida encantada”. ¡Espero que os guste!

Estos son los enlaces de mi libro de relatos y poemario.

Libro Con vistas al otro lado. Ebook Con vistas al otro lado. Poemario Plumas para tus alas

¡Hasta el próximo Post!

Elena Tur

6 comentarios en «Levantando las alfombras»

  1. Me veo un poco identificada con la chica del cuento, así que voy a intentar florecer a ver si lo consigo. Me encantó. Gracias!

  2. Es cierto que siempre hay cosillas tapadas. A veces se olvidan y otras se arrastran demasiado tiempo…buena reflexión.

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