La viajera interior

El cabello dorado de su niñez no era lo único que se mantenía inalterable en ella. Seguía iluminando con su sonrisa franca y la conversación abierta de quien tiene facilidad de palabra pero, a la vez, hace lo más difícil que es escuchar con interés a los demás.

Con esa personalidad extrovertida le había resultado sencillo crearse una vida a medida, tal como la había imaginado en la infancia, cuando su mayor ilusión era inventarse aventuras y viajes en busca de bonitos lugares.

Si entonces logró sentirse viajera a través de sus fantasías, al llegar a adulta, plasmó lo mejor que pudo esos sueños en la realidad. Era un espíritu libre y como tal, dedicó sus primeros ingresos a comprarse un vehículo que le permitiera zarpar rumbo a una existencia nómada a través de la carretera.

Se sentía de ningún lugar y a la vez, de todos los sitios que visitaba, porque en cada uno de ellos descubría algo especial: un paisaje, un nuevo recuerdo que conservar en la memoria, una amistad duradera o un amor fugaz que la llenaría durante un tiempo.

Añadía kilómetros y experiencias a su peregrinaje de descubrimiento, feliz de llegar más allá del horizonte conocido.

No es que fuera una vida fácil, porque no asentarse demasiado tiempo en un mismo lugar, requería adaptarse a todo tipo de trabajos y vivir en todo tipo de alojamientos más o menos confortables, incluso pasar algunos apuros económicos cuando surgían dificultades, pero todo quedaba compensado por cubrir esa ansia interminable de ver mundo.

Pero que la vida es cambio es un hecho y ella no iba a ser una excepción, porque ¿qué persona es igual toda su vida?, ¿quién no se transforma con el transcurrir del tiempo y las experiencias que vive?

Su vida nómada empezaba a presentar grietas que no sabía bien cómo sellar.

Ella, tan positiva y abierta, tan realizada al vivir sin ataduras como la exploradora de su mente infantil, empezaba a sentir ausencias, no había cadenas pero tampoco raíces. Descubría hermosos paisajes y nuevas gentes, pero el paraíso no estaba en ninguno de ellos, y al poco, debía partir en una nueva búsqueda.

Comprendió entonces que las sombras acechan en cualquier lugar, presentándose a los seres humanos de mil formas distintas; en ocasiones, como vacíos que surgen por lo que se pierde y otras, en cambio, por lo que no llega.

La vida que había imaginado de niña era colorista y mágica, pero ahora sentía la necesidad de reinventarse.

Buscaría otro tipo de itinerario que no requería comprar billetes de tren ni llenar el depósito del coche, no tomaría un vuelo a un destino exótico ni navegaría en busca de puertos remotos.

¿Acaso era una utopía ese mundo del que tanto había oído hablar? No lo creía en absoluto, porque allá donde fuere había encontrado gente en su búsqueda, hombres y mujeres de todas las edades que intentaban llenar su propio vacío y que buscaban esa paz que parece leyenda pero existe.

Confiaba encontrar ese misterioso territorio en el que se esconden las respuestas a todas las preguntas, donde se diluyen los miedos y reina la calma.

Descubrirse sería una ardua tarea, requeriría mucha conversación consigo misma, analizar sus deseos menos evidentes, las creencias ocultas, inspirarse con la meditación clarificadora, atreverse a abrir las puertas del pasado para sanar heridas y asomarse a las ventanas del futuro para vislumbrar nuevos trayectos.

Saberse infinita rompía cadenas porque el miedo subsiste cuando te sientes en peligro, pero se esfuma si reconoces en ti algo imperecedero.

Convertirse en viajera hacia su interior no sería fácil pero resultaba apasionante porque era la mejor forma de vivir.

Fotografías Imagen 1 niña frente avión 103997 – Imagen 2 mujer tumbada carretera Mihai Paraschiv – Imagen 3 mujer con reloj de arena Enrique Meseguer – Imagen 4 ilustración mujer con maleta Montreal312 – imagen 5 doble camino Adam Tumidajewicz – Imagen 6 mujer de espaldas Javier Mur. Todo a través de Pixabay.

Hasta aquí esta fantasía y ahora un poco de mi verdad.

Quizá os habéis percatado de que, en los últimos tiempos, he espaciado más mis publicaciones; lo cierto es que vivo bastante ocupada y he relegado un poco esta afición que por ahora, no puede pasar a oficio. ¡Quién sabe si ello ocurrirá o no!, pero mientras tanto, lo cierto es que estoy viviendo mi propia búsqueda interior, como la viajera del relato, y ando superando pruebas personales, haciendo mis propios aprendizajes, vislumbrando nuevos caminos, proyectando mis propios retos… y es que la vida no para, el tiempo pasa y yo, como cualquier persona, pienso en cerrar puertas y abrir ventanas, renovar lo que quede obsoleto y reinventarme.

Está claro que, en ciertos momentos, la vida puede resultar agotadora y/o desesperanzadora (mejor no hablo de la actualidad que da miedo). Me refiero a las «pequeñas» historias de cada un@ de nosotros; lo de saber que la vida pasa no ha de ser motivo para bajar los brazos, sino al contrario, aprovechar cada nuevo despertar, ¿no os parece?

Tengo claro que, si lo damos todo por hecho la vida resulta demasiado aburrida e, incluso, un tanto ingenua, porque no hay nada inalterable así que mejor no dar nada por sentado; y en el caso de que te sientas demasiado mayor para seguir en la búsqueda, precisamente insistiría en que aun es más importante persistir, porque siempre hay motivos para sentir, aprender, buscar, descubrir…

Os animo a viajar a vuestro mundo interior y abrir la mente a lo increíble, porque, aunque puede parecer cuestión de fe, mirar las cosas de otra manera puede hacernos ver más allá de lo evidente.

Vivamos con la curiosidad de un alma infinita para que la vida nos sorprenda.

¡Hasta el próximo Post!

Elena Tur

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